José Amado
Sergio Urribarri estaba en su casa y recibió como un baldazo de agua helada la noticia de parte de sus abogados sobre la sentencia de la Cámara de Casación Penal de Paraná que disponía su prisión preventiva. Pese a que hace más de dos años y medio que lo condenaron a ocho años de prisión efectiva en el Megajuicio por delitos de corrupción, nunca asimiló la idea de que en algún momento iba a pisar una cárcel, y desde el fallo de la Sala Penal del Superior Tribunal de Justicia que le habilitó el recurso para ir a la Corte Suprema de Justicia de la Nación imaginaba que tenía para varios años más de libertad ambulatoria.
Mientras trataba de digerir la información recibida y deambulaba en su casa de calle Néstor Garat al 200 de la ciudad de Concordia, sonó el timbre y él mismo atendió a la puerta. Tres policías de las máximas autoridades de la Jefatura local se presentaron (el jefe Departamental, Miguel Retamar, junto a los jefes de Investigaciones y de Criminalística) y el exgobernador los hizo pasar cordialmente. Fue todo mucho más rápido de lo imaginado. Urribarri se descompuso, comenzó a sentir un fuerte dolor en el pecho y debió ir al baño por náuseas o vómitos. Llamaron a una ambulancia que se hizo presente a los instantes y un médico lo asistió: le tomó la presión y le dio unas indicaciones. Cuando constató que el paciente no estaba en riesgo, los policías continuaron con el trámite en la planta baja de la mansión. En la planta alta se encontraba su esposa Ana Lía Aguilera y su hijo mayor. Le preguntaron sobre el resto de su familia, y comentó que su hijo Bruno se encuentra como ayudante de Ramón Díaz en la conducción técnica del Corinthians de Brasil.
A media mañana del martes 19 de noviembre, sin previo aviso, ingresó al correo electrónico de la Jefatura Departamental Concordia el pedio de detención de Urribarri. Las autoridades, en comunicación con el jefe de Policía provincial, diagramaron el operativo que iba a resultar algo mucho más simple que cualquier otro. La directiva era no hacer un show ni un gran despliegue de patrulleros en la casa del exgobernador. Por eso se dirigieron hasta el domicilio en un auto no identificable (civil), un Peugeot 408 color champagne, que ingresaron a la cochera.
Pasado el mediodía, primero se levantó uno de los tres portones blancos del frente de la mansión y salió marcha atrás un vehículo VW Taos conducido por un familiar de Urribarri, de su propiedad.
Inmediatamente después se abrió el portón izquierdo y salió de frente el Peugeot 408 de la Policía, con Urribarri sentado en el asiento trasero. Circularon unas 20 cuadras hasta la Jefatura Departamental de la Policía, donde ingresaron por el lateral. Allí aguardaban periodistas a quieres les habían dicho que desde el Ministerio de Seguridad no querían que le sacaron fotos al exmandatario detenido. Como pudieron, registraron la llegada del vehículo hasta que bajaron la persiana.
Urribarri fue llevado a las oficinas de la dependencia policial donde se lo notificó de la orden emanada de la Cámara de Casación Penal de
Paraná y le pintaron los dedos que apoyó en un papel para rellenar los casilleros de la ficha dactiloscópica. Un médico lo entrevistó y le dio una medicación para que se mantuviera tranquilo.
(Más información en la edición gráfica de la revista ANALISIS, edición 1156, del día 21 de noviembre de 2024)